martes, 1 de septiembre de 2015

Murallas de Sevilla ( I )

Posiblemente Sevilla fue fortificada, por primera vez, por los cartaginenses mediante una rudimentaria cerca de madera. Es en tiempos de Julio César, entre los años 68 y 65 aC., cuando esa empalizada es sustituida por las murallas que durante siglos rodearon y protegieron la ciudad. Murallas que se ampliaron y consolidaron a lo largo del mandato de Augusto, dado el crecimiento de la ciudad. Y continuaron conociendo reformas y ampliaciones, en época musulmana y posteriormente cristiana.

Ha sido recientemente cuando se ha confirmado que la totalidad de los restos son de origen árabe, ya que durante mucho tiempo se pensó que gran parte de las murallas eran romanas. Hoy sabemos que todas las que se conservan son almorávides, a excepción de la barbacana de la Macarena que es almohade.

A principios del siglo IX, Sevilla sufre un ataque Normando, que destruye parte de las murallas, así que Abd-al-Rah man II  tiene que reconstruir lo dañado. Corría el año 844, y aquella muralla tenía seis puertas: la de Hamida, por la zona de las calles Alemanes y Garcia de Vinuesa; la de Abul-Qalis, en el Arenal; la de Ai-Faray, en el entorno de Puerta Jerez; la de Yahwar y la de Karmuna, Puerta de la Carne y de Carmona respectivamente, desde el siglo XIII; y otras dos sin identificar que pudieron estar por las zonas de Santa Catalina y San Martín.

Su sucesor, Abd-al-Rahman III primer califa de Córdoba,  manda derribar hacia el año 913 parte de ellas, con la excusa de la época de paz que se estaba viviendo y el crecimiento poblacional de la ciudad; pero en realidad fue un modo de evitar conatos de secesión contra Córdoba, convertida ya en capital de Al-Andalus, en detrimento de Sevilla.

Aunque poco dura esa etapa, pues en 1023 Abud-Qasim-Musammad ben Abbad, primer rey de la taifa de Sevilla, ordena reconstruir las murallas de la ciudad, a fin de protegerla ante el inexorable avance de las tropas cristianas.

finales del siglo XI y principios del XII, se remodelan nuevamente las murallas, una vez terminadas las campañas contra los reyes cristianos Alfonso VI y Alfonso VII. La muralla alcanzará la longitud de 7.180 m., rodeando un recinto de unas 273 Ha., y convirtiéndose en la ciudad amurallada más grande de su época. Este recinto no se colmató hasta el siglo XIX, lo que nos da idea de su desmesurado tamaño. Aquel trazado, que es el que ahora se conoce, responde a una obra cuya intención evidente era la defensa, y más concretamente la defensa de un llano, por lo que sus lienzos evitan en lo posible los trazados rectos, desarrollándose sinuosamente e intercalando numerosas torres que no se alinean a la muralla. Ésta alcanzará en algunos tramos una altura inusual, llegando a tener espesores de hasta 2.5 metros.

La muralla alcanzó la longitud de 7.180 m., rodeando un recinto de 273 Ha.
Por lo general, y al igual que todas las edificaciones militares de la época, las murallas de Sevilla se construyeron de tapial, con material de la zona, cal y agua. En las torres, se reforzaron sus esquinas con sillares de piedra y se decoraron los huecos con hiladas de ladrillo macizo tomados con mortero de cal.

En 1.150 se construye la muralla de la Alcazaba (los reales alcázares), pero con sillares de piedra. En 1.168, se reconstruye la muralla que mira al río y tres años después se construye un puente de barcas que une las dos orillas: Sevilla y el arrabal de Triana.

Después de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y entre 1220 y 1222, se reforzaron nuevamente las murallas, elevando sus lienzos, ampliando las torres con terrazas, y construyendo antemuros y fosos en las zonas que el rio no ejercía de defensa natural. De esa época data también la Torre del Oro, como último elemento de la coracha que, partiendo desde el Alcázar, llegaba hasta el río como un acceso puntual que asegurara el abastecimiento de agua a la ciudad. Militarmente, esta muralla sirvió para compartimentar las defensas, evitando que un despliegue del enemigo rodeara por completo la ciudad.

Sin embargo, todo esto no impide que en el año 1248, las tropas cristianas, al mando de Fernando III de Castilla, tomen definitivamente la ciudad. Desde ese momento las murallas dejan de tener la misión militar para la que se construyeron, pasando a ejercer una función defensiva contra las avenidas del rio, numerosas a lo largo de su historia. Y mientras la ciudad permanecía estable, en el exterior los cultivos se arruinaban, las cosechas se perdían y se cortaban las comunicaciones. Las inundaciones llegaban a afectar también al puerto fluvial, interrumpiendo el comercio, inundando los almacenes y dañando las mercancías y barcos. Es por ello que cumplida ya, con el fin de la Reconquista, la finalidad primera de la muralla, ésta pasa a tener otros cometidos, menos violentos pero no por ello menos heroicos.

Aquí lo dejo, por ahora. Continúo más tarde.

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