martes, 13 de octubre de 2015

De la Puerta Osario a la de la Carne

Continúo por la calle Valle hasta su término en su confluencia con Puñonrostro; estoy en la Puerta Osario, que da nombre a esta plaza que es más bien cruce de calles. Por más que miremos a todos lados no se verá ni el más ligero vestigio de la existencia de la puerta. Así que habrá que tirar de documentación y enterarnos que su origen fue almorávide, que fue llamada de Aljar o de Vib-Alfar, que así se llamaba el maestro alarife que la construyó, y así queda recogido en el Libro de Repartimientos del siglo XIII. Aunque hay autores que traducen ese nombre como Puerta de la Victoria.
Sin embargo ha llegado a nosotros con el topónimo de Puerta Osario, seguramente debido a la existencia de un cercano cementerio extramuros. Pero nunca ha habido unanimidad en esto: leo, que Rodrigo Caro apostaba porque su origen era latino, del término Onzario, o Unzario, haciendo referencia a que allí se pesaba la harina antes de entrar a la ciudad.
Su primera reconstrucción la sufrió hacia 1386, cuando se consolidan los tramos inmediatos de muralla, y unos años después se reparan sus torres. En 1560, el Cabildo acuerda realizar reparaciones en algunas puertas de la ciudad, y entre ellas la de Osario. Pero estas obras se retrasan y es en 1573 cuando se repara el arco, elevándolo y ampliándolo, a la vez que se le arreglan numerosos desperfectos que en ella había producido el paso del tiempo.
Por lo parecida que fue esta remodelación con la llevada a cabo a su vecina Puerta del Sol, ha hecho suponer que esta del Osario también tuvo primitiva planta acodada, siendo rectificada esa distribución también en los años quinientos. Dispuso, como otras puertas de la ciudad, de una capilla, en este caso dedicada a la virgen del Rocío.

A falta de imágenenes actuales ...
Sin embargo no conocemos representaciones iconográficas de la puerta hasta que en 1771 Pablo Olavide la dibujó de planta rectangular, ligeramente adelantada al exterior de la muralla y sin torres. Diez años antes de su última remodelación se la representa defendida por dos torres de escasa altura.
Las últimas obras se ejecutan en 1849, reforzándose sus torres y quedando dispuesta con un arco de medio punto,  impostas y cornisas. Sobre el arco, el frontispicio coronado con las armas de la ciudad y bajo el escudo, y en bronce, la inscripción:

Reinando Doña Isabel II
Año 1849

Y a pesar del gasto, veinte años después sería demolida por acuerdo del Cabildo de la ciudad  el 22 de septiembre de 1868. Antes de finalizar el año, ya estaba en el suelo.


Aspecto actual del lugar donde estuvo la puerta del Osario. Penita da.
Desde aquí la muralla, procedente de la calle Valle, proseguía por la actual calle Muro de los Navarros, antes de los Navarros, desembocando en la puerta de Carmona. Así que hacía allí me encamino.
Pero no me voy de aquí sin recordar la conocida historia, o leyenda del pícaro que allá por el siglo XVI se instalaba en esta puerta a diario y desde primeras horas del día, para anotar minuciosamente en un libro todos los datos relativos a los entierros que en el vecino cementerio se realizaban: fecha, nombre del difunto, causa de la muerte, etc. Por cada anotación el escribano recibía una moneda, ya que todos pensaban que se trataba de un impuesto municipal. Descubierto el engaño por las autoridades, fue prendido el estafador y ajusticiado.
Y así, recordando la historia-leyenda del escribano de la Puerta Osario es como llego a la Puerta Carmona, llamada así por partir desde aquí el camino hacia esa ciudad. Estuvo situada al final de la calle San Esteban en su confluencia con la calles Tintes y Navarros, que ya hemos dicho que hoy es Muro de los Navarros, en honor a los soldados de aquella tierra que acompañaron a Fernando III en su toma de la ciudad y que, parece ser, consiguieron entrar en la ciudad por esta zona de la muralla.
Como todas las puertas, la primitiva fue almohade o almorávide, el lío de siempre, que llevo todo el paseo oyendo una cosa u otra. A diferencia de otras, debió ser de acceso directo, enmarcada entre dos torres, lo que justificaría que no figurara en el proyecto de Hernán Ruiz, en 1560, que recogía las puertas a rectificar para convertirlas en entrada recta, o sea a eje. Y si fue así es porque ya era una de las puertas principales de la ciudad, tanto que en uno de sus costados, en el estribo derecho, terminaba el acueducto que, desde Alcalá de Guadaira, traía agua a la ciudad, y moría en un gran depósito, ya intramuros, desde el que se distribuía hacia las distintas fuentes de los barrios, a edificios de instituciones religiosas y a residencias de la aristocracia.

A principios del siglo pasado el acueducto era así.
De este acueducto, conocido como los Caños de Alcalá, aunque también es conocido como los Caños de Carmona, aún se conservan algunos tramos: dos en las inmediaciones de este lugar, en la calle Luis Montoto; y un tercero, algo más alejado, en el cruce de la Avda. de Andalucía con la Ronda del Tamarguillo. El resto fue demolido en 1912, que debía estorbar.

Ahora queda esto

Contemplándolo ahora me pregunto, ¿qué ocurrió para que dejaran estos tres tramos de tramos? ¿por qué alguien tuvo la feliz idea de salvar aunque sólo fueran estos pocos ladrillos? Sean cuales fueran las respuestas, gracias. 
Además de por la entrada del agua, La Puerta de Carmona era considerada de las principales de la ciudad porque era la obligada para entrar casi todos los suministros, sobre todo los productos que se cultivaban en la comarca de los Alcores.
En lo que a obras se refiere, pues como todas, en el siglo XVI también sufrió adaptaciones y reformas: en 1578, siendo asistente de la ciudad el Conde de Barajas, como remate a unas obras que le dieron una forma sencilla, a la par que elegante, se le colocó en su frontis el escudo de armas de los Duques de Alcalá, que eran los alcaides de la prisión que existía en el segundo cuerpo de esta puerta. Pocos años después, hacia 1586, vuelve a reformarse para darle un aspecto que se acercaba al ya cercano barroco del siglo XVII: un primer cuerpo almohadillado y un frontón curvo, partido, que recogía las armas reales.
Y todo esto lo digo por que se ve en la iconografía que se refleja en numerosos dibujos del siglo XIX, que fue esta puerta muy dibujada. Lástima que no sucediera lo mismo con otras.

Ea, ahí está la puerta Carmona
Y como una letanía repetimos: esta puerta también fue demolida en el siglo XIX, en 1868; esta puerta también fue demolida en el siglo XIX, en 1868; esta puerta también fue demolida en el siglo XIX, en 1868, y sólo nos queda el nombre.  

El nombre escrito en una pared.
Desde esta Puerta de Carmona sigo por la calle Tintes, que por aquí seguía el lienzo de la muralla y hacia su mitad, o quizás antes, se ubicaba un postigo que llevaba el nombre de la calle, aunque también he leído que lo llamaban del Jabón, y del que no queda tampoco nada, ni piedras, ni grabados. Y escritos, prácticamente ninguno.

La calle Tintes actualmente. Hace siglo y medio era de otra manera.
Aunque observando con detenimiento un dibujo de la puerta de Carmona, muy conocido, se puede ver a través de los arcos del acueducto, a la izquierda, un pequeño portillo que en este momento se me antoja debió ser el Postigo del Jabón o de la calle Tintes. 

A través del arco del acueducto, una manchita negra vertical: el Postigo del Jabón. He dicho.
Con la satisfacción que me produce el descubrimiento, marcho decidido hacia mi próximo objetivo: La Puerta de la Carne, a la que llego siguiendo la ronda histórica, por el interior, hasta la confluencia de las calles Santa María la Blanca con Cano y Cueto. 
Fue ésta una de las más importantes puertas de la ciudad, porque el barrio también lo fue, en el que vivió una gran población judía (muy cerca, una sinagoga, la actual iglesia de Santa María la Blanca o de nuestra Sra. de las Nieves; el topónimo de un reconocido hotel cercano, también nos recuerda a los judíos), que hasta se llamó puerta de la Judería, y antes de las Perlas. Pero primero, y en honor a su alarife, se la llamó puerta de Vib-Ahoar, que aún perduró en tiempos ya cristianos; y por tener en sus proximidades un matadero, Puerta de la Carne, que es el apelativo que perduró y que aún se conserva en el callejero. 
Y tan importante debió ser la puerta, que era de las pocas que permanecía abierta las veinticuatro horas del día, tal era el tránsito de personas que tenía.


Como en otras puertas, miro y remiro y no encuentro ningún vestigio de ella, y es que también fue totalmente demolida, en 1864. Por lo tanto me tendré que conformar con mirar éste dibujo que corresponde a como era en el siglo XVI, y como debió seguir siendo hasta su destrucción, pues no fue reformada, pero sí tuvo obras de consolidación en 1696 debido a su mal estado. En el dibujo veo un gran arco de medio punto, alto, muy adornado con molduras; coronándola, un frontispicio sencillo pero potente, que le da robustez al conjunto. Bajo el arco, en el intradós, existió una tribuna con altar.

Como en tantas otras puertas, aquí no queda nada más que el nombre escrito en la pared
Aquí también hubo placa, de mármol, pero el artista no estuvo inspirado y copió un texto que ya hemos visto anteriormente:

Condidit Alcides,
renovait Julius urbem
Restituit Christo
Ferdinandus trtius heros

Que se puede traducir como:
Hércules la construyó
Julio César la reparó y el héroe Fernando III
la conquistó para Cristo.

Continúo por la calle Cano y Cueto, cruzo la plaza de Refinadores y enseguida llegaré a la plaza de Santa Cruz. A la izquierda los Jardines de Murillo y de nuevo encuentro lienzos de muralla y torres árabes. Aquí comenzará la siguiente etapa de mi paseo, mucho más agradable, menos coches y más color. Quizás busque compañía para ese paseo.

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