martes, 16 de febrero de 2016

Cacela Velha, Fuerte de Cacela Velha

Sigo por el Algarve y por su costa. Poco más allá de Castro Marim, a veinte minutos escasos está Cacella Velha. Desde España, cruzar el puente sobre el Guadiana, desviarse en la salida de Vila Real de Santo Antonio, y después por la N-125 hasta Vila Nova de Cacela.

Desde ésta última a Cacela Velha hay un paso. Miren el mapa, es fácil.



Cacela Velha pertenece a la parroquia de Vila Nova de Cacela, municipio de Vilareal de Santo Antonio, distrito de Faro, y lo encontramos en un lugar cuyas vistas dominan el estuario de la ría Formosa, quedando incluido en el Parque Natural de Ría Formosa, que es zona de protección especial. Forma uno de los conjuntos arquitectónicos y paisajísticos más significativos del sur de Portugal.
La ría Formosa desde Cacella

 La antigua Qastalla tuvo su importancia por ocupar lugar estratégico al final, o al principio, de la ría Formosa, sobre la cima de una ligera montaña de apenas setenta metros sobre el mar.
Cuatro calles escasas, una iglesia, un cementerio y un castillo conforman el caserío. Bueno, y un inmejorable mirador sobre la ría. Espectacular la bajada a la playa por una interminable escalera, y no menos espléndida la vista del castillo desde la arena.

Garita en el baluarte de la esquina este


 
Por aquí, como por todo el sur de la Península Ibérica, anduvieron fenicios y cartagineses. Y después los romanos, claro, que lo ocuparon todo.
Un año después de la invasión musulmana (712 dC), lo árabes ya tenían invadido el Algarve, y el castillo de Cacella formaba parte importante del sistema defensivo de la taifa de Niebla al oeste del Guadiana.
A principios del siglo XII, el geógrafo árabe Al-Idrisi escribió:

“Cacela es una fortaleza construida junto al mar. Está bien poblada y hay muchos jardines y campos de higueras”

Este fue uno de los últimos puntos del Algarve en ser reconquistado, hacia 1249, por Alfonso III, que donó el lugar y su castillo, junto con el de Ayamonte, a la Orden de Santiago en 1255.
Caballeros de esta Orden lo visitaron y lo describieron así:

"Visitámos ho castello ho quall he todo murado e a muralha reformada de novo ho quall he quadrado e tem em cada canto sua torre".

La Orden de Santiago se ocupó desde entonces de su reconstrucción y mantenimiento, amparando con su presencia el interés por la población.
Pero los cambios en los bancos de arena de la ría, jugaron en detrimento de Cacela y favoreciendo a la ciudad de Tavira que terminó consolidándose administrativa y económicamente.
Al inicio del siglo XVI el viejo castillo medieval estaba en ruinas.
Fue remodelado durante el reinado de Juan III (1502 – 1557), y se aumentaron sus defensas con Sebastián I de Portugal (1554 – 1578), que incluso se dio una vuelta por aquí y visitó las obras en 1573.
A principios del siglo XVII, el ingeniero italiano Alejandro Massai proyecta y construye, nuevamente sobre las ruinas del castillo, una fortaleza con los siguientes elementos:

La puerta en la fachada norte, centrada y protegida por un revellín.
En el ángulo suroeste, la vivienda del Alcaide.
En el interior, un granero.
Al este y al oeste sendos semi baluartes.
El del este tiene cuatro caras; el del oeste sólo tres
Al este una torre con una campana.
Al oeste una torre de dos plantas

Pero como parece que el sino de esta fortaleza es estar en estado de desgracia, de nuevo lo encontramos casi en ruinas hacia 1750.
El terremoto de 1755 (1 de noviembre) da el último empujón y el sunami que se produjo destruyó los muros del acantilado dejando casi derruido el edificio, al igual que el resto del pueblo.
En 1770, don Rodrigo de Noronha, capitán general del Algarve, ordena su reconstrucción (el lugar seguía siendo interesante desde el punto de vista de la defensa), instalándose incluso un faro.
Es hacia 1794 cuando se completan los trabajos en la fortaleza, la cual ya tendrá el aspecto que hoy conocemos: un pequeño polígono estrellado con dos baluartes que se inclinan hacia el mar.
De entonces queda en el lugar la siguiente inscripción en piedra, que me es difícil traducir:


A finales del siglo XIX, el castillo fue ocupado por la Guardia Fiscal (hoy brigada Fiscal de la GNR), y desde entonces es utilizado por este cuerpo, no permitiéndose las visitas. Así que hay que contentarse con la visión exterior del edificio, del pequeño pueblo y del paisaje: la ría Formosa, la bahía de Monte Gordo y, si el día está claro, España.

Fachada principal del castillo

 El castillo tiene planta rectangular, aunque distorsionados sus vértices por elementos defensivos.
La fachada principal de la fortaleza se abre hacia el norte, a la plaza del pueblo, perfectamente accesible en automóvil. La puerta la flanquean dos falsos bastiones rectangulares, situados en los vértices del rectángulo.
Unos paneles informativos repartidos por la plaza nos notifican, en varios idiomas, datos sobre la historia del lugar (pero no en español, y pienso que nos está bien empleado; tampoco he visto nunca cartelería en portugués en los monumentos españoles).
A su izquierda, un camino rodea la edificación, a la vez que lleva hacia la playa. Descendiendo por él se observan los restos de la muralla árabe, de tapial (nuevamente información en idiomas varios, no en español).

Restos de la muralla árabe bajo la plaza del pueblo


 La fachada sur, que da a la ría, está compuesta por dos fuertes baluartes simétricos rematados con garitas.

Fachada sur

Sigo rodeando el castillo, y asciendo el acantilado por la larga pero cómoda escalera. Arriba, a la izquierda, la iglesia y el pequeño cementerio.



Como ya dije, el castillo está ocupado por la G.N.R., así que acceder a su interior no es posible, por lo que se hace difícil describir su interior. En una foto aérea veo que existen dos edificaciones adosadas a los muros este y oeste, ambas con tejados a dos aguas, dejando en el centro un patio que ocupa toda la longitud del edificio hasta los dos baluartes del sur. En su interior, una antena-radar de la Brigada Fiscal, creo.

                               


Dejo Cacela, lugar pintoresco, tranquilo y silencioso donde los haya. Típico Algarve: flores, chimeneas, colores, blancos y azules; y la ría que sube y baja cadenciosa al ritmo de las mareas. Un hermoso lugar, no me cabe la menor duda.



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