martes, 8 de noviembre de 2016

Oropesa, castillo de los Condes de Oropesa


En España hay dos Oropesa, una de interior y otra del Mar. Y las dos tienen castillo, aunque la primera, hay que reconocerlo, con mejor fortuna. A ella subí en una de esas idas y venidas a la capital; la segunda quedó lejos de mis anteriores caminos y, por ahora, me parece que también de los proyectables.
Está Oropesa en la el occidente de la provincia de Toledo, muy cerca de la de Cáceres, y casi tocando con los dedos la Sierra de Gredos. Inconfundible desde la carretera la silueta del cerro: pueblo, castillo y palacio. Menuda tentación, a la que estoy seguro volveré a sucumbir.
El castillo de Oropesa, desde el norte

Leo que desde épocas prehistóricas anduvo por aquí el hombre; y ya nunca dejó de haber asentamientos: romanos, visigodos, árabes y por último cristianos, lo que le da una valoración trascendental notable. Pero lo que aumenta aún más esa valoración histórica, es la existencia de la leyenda que, prácticamente la coloca en el umbral de la mitología, y que cuenta que en 1716 aC, el griego Oróspedo Aránculo pasó por aquí cuando desde Ávila se dirigía a Trujillo con soldados del mismísimo Hércules. Y ya de paso fundó la ciudad, que de ahí viene su nombre: Oropesa de Oróspedo.
Con respecto al castillo, no encuentro el dato exacto de su construcción, ni siquiera del siglo, que en estos casos se admite una ancha horquilla, así que dejémoslo entre los siglos X y XI. Sus primitivos constructores fueron los árabes, aunque probablemente sobre cimentaciones romanas.
Alrededor de 1080, Oropesa fue ocupada por los cristianos, a la vez que Talavera y Toledo, iniciándose la repoblación de estas tierras y seguramente la restauración del castillo.
Las primeras noticias que tenemos sobre él datan del reinado de Alfonso X pues está documentada su pertenencia al infante Don Juan. Como también son ciertas las que nos dicen de él, cuando a mediados del siglo XIV disputaban el trono de Castilla Pedro I “el Cruel” o “el Justiciero” (elijan ustedes), y su hermanastro Enrique, que terminaría reinando como Enrique II, a lo que hay que añadir de Trastámara,  y además “el Fraticida” o “el de las Mercedes” (vuelvan a elegir).
Pues corría el año de 1366 y Pedro I marchó hacia Sevilla dejando encargado de la custodia de la ciudad de Toledo al que fuera desde 1359 Maestre de la Orden de Santiago, García Álvarez de Toledo. Pero al ser mayoría entre la nobleza toledana los partidarios del futuro Enrique II, Don García se ve obligado a abandonar la defensa de la ciudad, pero eso sí, a cambio de los señoríos de Valdecorneja y de Oropesa, más cinco villas y algunas aldeas, todas ellas situadas en lo que hoy es la comarca de la Campana de Oropesa; y además una sustanciosa cantidad de maravedíes. También renunció al maestrazgo de la Orden en favor de Gonzalo Mexia de Virués, que ya lo era entre los partidarios de Enrique.
Dado ya el particular alarde personal-histórico, cerremos este apartado con un rápido resumen:
Fachada principal del castillo
Entre finales del siglo XIV y principios del XV se construyó el Castillo Nuevo (lo inició el primer señor de Oropesa en 1366 para finalizarlo su nieto D. García en 1402), que pasó a ser la residencia de los Álvarez de Toledo, a los que Isabel la Católica les concedió el título de condes en 1477, siendo el primero de ellos D. Fernando García Álvarez de Toledo. Un siglo después fue ampliado y remodelado. Como titulares del condado de Oropesa fueron propietarios del castillo durante los cuatro siglos siguientes.
Estuvo este castillo ligado numerosos hechos de relevancia histórica, como no podía ser menos; fue así cuando el señorío de Oropesa se puso del bando de Juana la Beltraneja en su particular guerra contra su tía Isabel, por lo que se ganaron la enemistad de los reyes. Para colmo, años después, los condes de Oropesa tomaron partido por los comuneros durante la guerra de las Comunidades, residiendo en el castillo Juan de Padilla, y oponiendo también desde él resistencia a las tropas imperiales. Finalmente, el Emperador les perdonó estos deslices a los condes.
Pero también pasaron por este castillo gentes con mejores voluntades, como San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios o Santa Teresa de Jesús. Que no todo iba a ser disputas.
Con la construcción del palacio contiguo, el castillo es descuidado, dedicándose toda la atención y ornato al nuevo palacio que sería la residencia de los Condes hasta principios del siglo XIX. En este siglo se extingue (¿?) el mayorazgo de ese linaje y el señorío pasó al pueblo, si bien los duques de Frías lo reclamaron y obtuvieron el señorío allá por 1806.
Luego llegaron los franceses y su reconocida protección sobre el patrimonio hispano, saqueándolo como a otros tantos y tantos edificios. Fue durante la guerra de la Independencia.
Con la Constitución de Cádiz en 1812 y sus inmediatos efectos, pasa a manos del Ayuntamiento, previo pago a los duques de Frías, que lo utilizó, entre otros usos, como plaza de toros.
A principios del siglo XX fue adquirido por el Estado español que lo dedicó, entre otras funciones, a casa cuartel de la Guardia Civil. Después vinieron otras reformas y adecuaciones que terminaron convirtiéndolo en un Hotel de la red de Paradores de Turismo. Fue en 1930, siendo el primero que se instaló en un edificio histórico. Posteriormente fue cerrado para ser reabierto en 1966, ocupando todo el Palacio de los Álvarez de Toledo.

En algún sitio leí que “el factor tiempo nos impide muchas veces prestar atención a los pequeños detalles, disfrutar de los momentos e incluso percibir la belleza”,  que viene a ser como que las prisas no son buenas consejeras. Y eso fue lo que me sucedió cuando visité Oropesa, que traté la visita como un descanso en el viaje, no como una etapa más del mismo. Si hubiera hecho lo correcto, ésta entrada del blog ocuparía más tres mil palabras y no las dos mil que he conseguido escribir.
Bueno, fuera lamentos y vamos al paseo por el castillo:

Que en realidad son dos, el Viejo y, evidentemente, el Nuevo. El Palacio, hoy Parador, es otra historia.
De la torre del Homenaje a la izquierda, el Castillo Viejo. El resto es el Nuevo

El Castillo Viejo fue construido por los árabes entre los siglos XII y XII sobre los restos de una fortaleza romana. Y en esta última seguro que aprovecharon algo de aquel Oróspedo Aránculo.
Tiene planta trapezoidal, con dos torres circulares en las esquinas de su lienzo norte, aunque debió tener cuatro, una en cada esquina, desapareciendo las otras dos durante las obras de ampliación del conjunto. De las dos torres que se conservan, la de la esquina noreste fue de menor entidad y se encuentra desmochada; la otra, de mayor tamaño y altura, presenta un muy buen estado, con una doble entrada desde el adarve, una para su acceso al interior y terraza,  y la otra como prolongación del propio adarve. Junto a la del Homenaje y a otra casi gemela más al sur, ya en el Castillo Nuevo, forman la fachada más atractiva y reconocible de la fortaleza.
En el interior de este Castillo Viejo, un pequeño patio y algunos muros que correspondieron a dependencias del castillo.
Conserva una puerta en el lienzo este que estuvo protegida por una torrecilla circular adosada al muro junto a una pequeña barbacana, según veo en una planta que encuentro en la red (durante mi visita, fallo mío, no observé esa fachada).   
El Castillo Viejo, desde la torre del Homenaje

Torre del Homenaje desde el Castillo Viejo
Puerta del Castillo Viejo, desde el interior.
El Castillo Nuevo fue levantado por los Álvarez de Toledo hacia 1402. Al igual que el Viejo, tiene planta trapezoidal, y se adosó al muro sur del Viejo conformando a partir de entonces una sola entidad.
Prácticamente todo el castillo está construido en piedra, sillarejos en los muros y sillares en lugares puntuales como esquinas, parapetos, garitones, almenas y matacanes. Algún muro interior del Castillo Viejo está ejecutado con ladrillo y tapial.
Por sus proporciones, destaca su fachada oeste, y en ella la torre del Homenaje, casi centrada en el muro, flanqueada por dos torres en las esquinas: la de la izquierda, circular, pertenece al Castillo Viejo, y la de la derecha, semicircular, está coronada por otra de diámetro menor a modo de torre caballera.
Acceso al Castillo viejo desde el Nuevo.
Adarve desde la torre del Homenaje a la de la esquina norte

La torre del Homenaje es de planta cuadrada y muy alta, 25 metros, estando distribuida en su interior con cinco plantas. Se entra a ella por una puerta de arco ojival a nivel del suelo, junto a otra a su izquierda que nos lleva al interior del Castillo Viejo. Esta planta está cubierta con bóveda de crucería, el resto tiene pisos de madera a excepción de la última. Las escaleras que unen las plantas, de piedra y de madera, son de disposición variada. La segunda planta está a la altura del adarve que, curiosamente discurre el interior de la torre, lo que también sucede con la torre de la izquierda (esquina noroeste).
Está rematada en sus esquinas por cuatro enormes garitones a los que se accede, ya desde la terraza, por escalerillas de caracol. Los garitones están unidos por almenas voladas y soportadas por canes, dejando hueco el espacio entre estos, disponiéndose a manera de matacanes corridos. En todo el perímetro del parapeto, se abren saeteras.
En diversos sitios del castillo, torres y garitones, encontramos escudos nobiliarios, de diferentes épocas, de los Álvarez de Toledo y consortes.
La torre del Homenaje
La puerta de la derecha lleva a la torre del Homenaje; la de la izquierda al Castillo Viejo
Escalera interior en la torre del Homenaje

Cortejador en la torre del Homenaje

Decoración interior de la torre del Homenaje
Garitón en la torre del Homenaje (convendría cambiar ya la bandera)
Desde la torre suroeste, y continuando por el adarve, se llega a la que paradójicamente sea la torre más fuerte del castillo: es cuadrada y maciza hasta su primera planta. De su esquina sureste partía la muralla de la villa, y allí estuvo la puerta de entrada y el puente levadizo que salvaba el foso que rodeó el castillo
Tuvo un patio en su último piso permaneciendo aún el arranque de la escalera que llevaba a la plataforma superior.
Torre sur, desde la que arranca el muro de la barbacana
La torre sur desde la del Homenaje, al fondo la iglesia de la Asunción
 El Patio de Armas tiene forma trapezoidal, y en él se ubicaban numerosas dependencias, tales como caballerizas, cocina, almacenes y las denominadas trojes condales (troj, según RAE, espacio limitado por tabiques para guardar frutos y especialmente cereales). Actualmente, restaurados estos espacios, se dedican a exposiciones y actividades culturales. En el edificio de las caballerizas se instalaron, durante el siglo XVIII, unos hornos dedicados a la fundición de campanas.
Desde el patio, una muy amplia escalera de piedra y apoyada en arcos, nos lleva hasta el adarve, junto a la Torre del Homenaje. Del enorme tamaño de la escalera da idea el hecho de que bajo ella se encuentran lo que fueron las cocinas del castillo.  
A la izquierda, escalera para acceder al camino de ronda.

Patio de armas del Castillo Nuevo; al fondo la torre cuadrada (sureste)
 El espacio frente a la fachada de la Torre del Homenaje, estuvo ocupado por una extensa liza rodeada de un muro, del que aún se conserva una parte en su lado sur con cuatro cubos semicirculares. Entre la torre semicircular y el primer cubo, se abre la puerta que daba acceso a la liza.   
Puerta en la barbacana







El palacio (Parador de turismo) desde la torre del Homenaje


Fachada del castillo que da al Parador (al fondo: ver la foto siguiente)

Una recriminación: busquen un lugar mejor para el almacén. 

Nombre: Castillo de los condes de Oropesa, de Oropesa o de los Álvarez de Toledo.
Localidad: Oropesa
Municipio: Oropesa
Provincia: Toledo

Tipología: Castillo.
Época de construcción: el Viejo, siglos X-XI; el Nuevo, siglos XIV-XV

Estado: En muy buen estado conservación, tanto el castillo Viejo como el Palacio Nuevo. La conversión de éste último en Parador de Turismo. 
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En 1923 fue declarado Monumento Histórico-Artístico, y en 1926 Monumento Nacional.

Propiedad: del Ayuntamiento de Oropesa.
Uso: El castillo tiene un uso principalmente turístico, utilizándose algunos edificios como las caballerizas o los trojes condales, a exposiciones (cuando lo visité, el segundo de ellos, albergaba una exposición de acuarelas). En verano se realizan actividades culturales en el patio de armas.
El palacio, ya se ha dicho, es un Parador de Turismo.
Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se debe incluir en algún viaje, o lo que es lo mismo, que se hará todo lo posible por visitarlo.
Visitas: Por una módica cantidad se puede pasear y disfrutar el castillo a voluntad y antojo.

Otras cuestiones de interés: Muchas, demasiadas para una mañana y que merecen se las dedique más tiempo. Me debo una segunda visita para ver las iglesias de N.Sra. de la Asunción y la de San Fernando; y recorrer sus calles y la Plaza Vieja, con el Ayuntamiento y Los Arcos.
Cómo llegar: Más fácil imposible, autovía A-5 o E-90; salida en el kilómetro 148, y Oropesa está a dos minutos.



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