Hace unos meses viajé al
norte, y entre los muchos intereses que llevaba en mente estaban dos castillos,
el de Butrón y éste. En ambos casos me vi satisfecho porque los dos visité,
aunque por razones propias de muchos de estos edificios, no pude pasearlos por
su interior: ambos de propiedad privada, el de Butrón estaba cerrado y éste,
que es un hotel, sólo es visitable parcialmente. Tuve que conformarme con su
visión externa; espléndida perspectiva en ambos casos.
Éste de Arteaga se me
apareció bajando hacia Guernica, casi pegado a la carretera que pasa por la
población. Tiene
la característica, a mi entender, de que gusta más a quienes no han profundizado
mínimamente en este submundo. Otros, en cambio, somos más de las
piedras gastadas, de la ausencia de elementos por culpa del tiempo; y es que a
esta torre y alrededores le falta edad y le sobra brillo. Lo que no quita que
se mire y se pasee con calma y gozo.
Lo que hoy se ve es fruto
de las obras de recuperación de la vieja torre, que se acometieron por deseo de
Eugenia de Montijo, Emperatriz de Francia por matrimonio con Napoleón III, en
agradecimiento a que las Juntas Generales de Vizcaya nombraran a su único hijo como
“vizcaíno de origen”.
Pero la historia de la
torre, la primitiva, viene de mucho antes. Hemos de irnos hasta finales del
siglo XIII y principios del XIV, cuando:
— un tal
Joannes Roiz de Abendaño, Señor de Aramayona, casa con María de Gauteguiz de
Arteaga;
— el
segundo de sus hijos, Fortún García de Abendaño y Arteaga hereda los linajes de
Gauteguiz y de Arteaga;
— su hijo,
Fortún García II de Abendaño, que adoptó para su escudo de armas una encina
verde en campo de plata, incorporó vasallos, rentas y reedificó la casa
familiar de Artiaga y fue muerto a traición por el Rey Pedro de Castilla en 1356;
— su
heredero fue su hijo Martín Roiz que es quien de verdad comienza a dar lustre a
la familia;
— al
anterior le sucede su hijo Fortún García III de Arteaga y Abendaño, que también
se casará (éste dos veces), y después su heredero, y el heredero de su
heredero, y así sucesivamente con lo que se fueron vinculando, mediante
matrimonios, con otras familias y linajes;
— con
tanto cruce de familias y el consiguiente acaparamiento de poder, no es de extrañar
que surgieran conflictos con otras familias igual de poderosas, así que a
mediados de 1468, el Señor de Múgica
y sus aliados derrotan en Rentería a los de Arteaga, haciendo preso a Fortún de
Arteaga, quemando sus casas y desterrando a todos los arteagueses;
— finalizado
su cautiverio, Fortún de Arteaga se dedica a reconstruir sus propiedades, entre
ellas la torre, que terminó en 1476.
Todo esto viene a cuento
porque un edificio como éste bien merece detenerse unos minutos para conocer un
poco más a fondo su historia. Encontré estos datos y muchos más en urdaibai.org y no me he resistido a no dejarlos
aquí, aunque bastante resumido. Pero aún queda más:
Fortún de
Arteaga reconstruyó su torre, y a once y quince metros de ella levantó
un fuerte
muro que reforzó con torreones en sus
cuatro esquinas —los orientados al sur de más de cinco metros de radio, y los
del lado norte de 3,55 metros—.
A
continuación otra cerca almenada muy alta (5,75 m.) y gruesa (2,10 m.), y la
aisló mediante un foso, un puente levadizo y una robusta puerta.
Con estos
elementos, los Arteaga retan a los Múgica ocho años (1476) después de la derrota de Rentería, imponiéndose los primeros.
En 1496 el
linaje de los Arteaga se constituyó en mayorazgo y vinculó su casa a la de los
Avellaneda.
Poco a
poco van olvidándose del ayer
(incluso dejan de bautizar a sus hijos con los nombres tradicionales) con el
fin de desvincularse de tragedias pasadas. Lo que no impide que la familia, más
preocupada por su prestigio en la corte que por el mantenimiento de su
propiedad, entre en un período de decadencia.
A mitad
del siglo XVIII la torre de Arteaga es ya una enorme casa de labranza, aunque
conserva intactos y almenados sus cuatro torreones y sus muros.
Y entonces
he ahí que un señor emparentado directamente con los Arteaga, y residente en
Granada, de nombre Cipriano de Palafox y Portocarrero, Duque de Peñaranda, va y
tiene una hija el 5 de mayo de 1826 a la
que llama María Eugenia, conocida para la posteridad como Eugenia de Montijo.
Casada con
el emperador francés Napoleón III, tuvieron un hijo que se llamó Napoleón
Eugenio Luis, o Eugenio Luis de Juan José (lo he visto escrito de varias
formas) y que murió joven y lanceado por los zulúes cuando tenía 23 años.
Pues a
este señor es a quien Las Juntas Generales de Vizcaya nombraron, en 1856, vizcaíno
de origen dada la fuerte vinculación de su madre con ese territorio.
Agradecida
Eugenia de Montijo por tal honor, decide restaurar la torre de sus antepasados
con el resultado que hoy vemos.
El
proyecto es encargado a los arquitectos franceses Couvrechet (que falleció a
los tres meses de iniciarse las obras) y Ancelet (que la concluyó), los cuales
eran responsables de las obras de los Sitios Imperiales. Éstos, en vez de
acometer una recuperación y rehabilitación de la antigua torre, optan por la
construcción de una nueva que pudiera adecuarse y cubrir las necesidades de la
familia imperial, condiciones que no hubiera ofrecido la vieja.
Sin
embargo, mantuvieron los muros del recinto y sus cuatro torreones, entre los
que destacan los dos de la fachada sur por su desproporcionada relación
base-altura. En la fachada este y junto al torreón situado al suroeste, se
construyó una nueva y ostentosa portada.
Donde la
vieja torre estuvo, los constructores franceses levantaron otra majestuosa y
sobresaliente sobre el incomparable paisaje que la rodea. Para su diseño se
apoyaron en el movimiento propio de la época, el romanticismo, muy influido por
el estilo gótico. Destacan los arcos apuntados ciegos que se elevan en cada una
de sus cuatro fachadas, desde el plinto hasta la cornisa superior; las ventanas
geminadas y las gárgolas.
En las
dovelas de los arcos de las ventanas introdujeron una pincelada de color (mármol
rojo) que sobresale entre el mármol gris abujardado y la caliza.
El resultado,
un edificio de 17,00 x 12,00 metros en planta y algo más de 30,00 de altura,
ejecutado en una sillería perfecta. En su interior, cuatro plantas unidas por
una escalera que se aloja en una torre octogonal adosada a su esquina suroeste:
En el
sótano la bodega y almacén; en la planta baja la cocina y dependencias del servicio;
una escalinata lleva al vestíbulo de la primera planta, que disponía de dos
salones; en la planta segunda los dormitorios principales y la capilla; y en la
última los dormitorios del personal de servicio de mayor rango.
Dado el
carácter residencial del edificio, éste carece de elementos defensivos, y los
pocos que tiene son más ornamentales que bélicos: un matacán en el centro de
cada fachada y otros tres en las esquinas; gruesas almenas voladas sobre
merlones tratan de darle cierto carácter medieval. En la muralla exterior se
abren ocho troneras, dos por cada lienzo.
Por último
señalar la existencia de dos escudos, uno de gran tamaño en la fachada
principal de la torre, y otro sobre la puerta de la muralla de dimensiones más
reducidas.
La finca en la que se
encuentra es de acceso libre, como también lo es el patio del castillo y las
instalaciones hosteleras en él situadas; la torre sólo para clientes del hotel.
Pero eso es suficiente para pasar en él una entretenida tarde, y pasear por un
entorno y un paraje privilegiado.
Y paseando por la cuidada
pradera que le rodea leo en la red
que nunca fue ocupado por su propietaria, ni por algún miembro de su familia. Que
incluso cuando ya destronada, exiliada en Inglaterra, viuda, muerto su hijo y
con su fortuna menguante, decide volver a España, opta por el asilo que le ofrece la Casa de Alba en
Madrid y no por su castillo de Arteaga, que era la única propiedad que le
quedaba.
A pesar de ello, se
acometieron obras de mejora en la torre, dotándola de electricidad y agua
potable. Pero ni por esas volvió. Murió en el palacio de Liria de Madrid el 11
de julio de 1920.
Nombre: Castillo de Arteaga.
Municipio: Gautéguiz de Arteaga, Gautegiz Arteaga
Localidad: Celayeta, Zelaieta.
Provincia: Vizcaya.
Tipología: Castillo palacio.
Época de construcción: finales del siglo
XIII, reconstruida en 1476.
Remodelaciones: La torre actual es de 1856.
Estado: Bueno o, mejor dicho, muy bueno.
Propiedad y uso: titularidad privada; es un
reconocido establecimiento hotelero, lo que ayuda a mantener no solo su excelente
estado, sino también sus características originales.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica
del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio
Histórico Español.
Visitas: Acceso libre al patio del castillo donde se
encuentran la cafetería y el restaurante.
El resto de plantas sólo para clientes del hotel.
Calificación subjetiva: 3*, o sea que hay que hacer todo lo posible en esta vida para no
perdérselo.
Otras cuestiones de interés: evidentemente el entorno, la ría de Guernica en plena Reserva de la Biosfera
de Urdaibai. Y el propio pueblo de Guernica, con el significado que ello tiene.
Cómo llegar: Lo encontré mientras circulaba por la carretera BI-2238 camino de
Guernica.
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